La vida de Rod Carew escribe otro capítulo conmovedor
en su asombrosa historia que ya hilvana unos 71 años. Desde que su madre lo
trajo al mundo a bordo de un tren, cuando se dirigía con fuertes contracciones
a un hospital en Panamá, este sobresaliente expelotero dejó saber que estaba
predestinado a un camino de película.
Miembro del Salón de la Fama en Cooperstown,
Novato del Año, siete títulos de bateos, 7 robos del home plate, 18 juegos de estrellas, unos
3.053 hits que conectó en 19 años durante su estadía en la Grandes Ligas con
dos equipos y su gran promedio de .388 en 1977 cuando ganó el premio de Jugador
Más Valioso, son instrumentos básicos de otro capítulo de esa historia que reúne
todas las características de un célebre largometraje.
Sumado a lo anterior, y algo que muchos fanáticos
excluyen en Venezuela, es que Carew fue pionero del gozo y celebraciones a las
cuales el equipo de los Tigres de Aragua acostumbró a su fanaticada desde el
presente siglo en adelante. La magnitud e importancia que puede representar un
Buddy Bailey para un aficionado actual de los bengalíes, es el mimo sello que forjó
el panameño al llevar a los felinos (como manager-jugador) a conseguir su
primera corona de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional en la temporada
71-72.
Cada etapa del otrora infielder pareciera ser más
sorprendente que la anterior. Hoy, ya no es el beisbol quien marca las
directrices del capítulo que sigue; hoy es el estado de su salud el que toma un
rol protagónico.
Rod Carew fue sometido el pasado viernes en la ciudad de Los
Angeles, a una cirugía de trasplante de corazón y riñón que duró
aproximadamente unas 13 horas. Rodney, como es su verdadero nombre, sufrió un infarto
el 20 de septiembre de 2015 y poco después tuvo que instalársele un dispositivo
de asistencia ventricular izquierda (LVAD), como solución temporal para
mantener su ritmo cardíaco. Sin este artefacto estaba sentenciado a la muerte.
Aunque el resultado de la prolongada cirugía fue exitoso, y
genera un nuevo respiro para los familiares de este expelotero, así como para
él mismo; lo más sorprendente es que para darle luz al más grande bateador que
ha dado Panamá en todos los tiempos, otra estrella tuvo que apagarse. Alguien
tuvo que morir para darle a Rod su nuevo corazón.
Cualquiera que sea esa persona, también debería ser exaltado
a Cooperstown, así no haya tomado un turno en las mayores, o se haya subido a
un montículo a lanzar un juego perfecto… Y no es que la vida de esta insigne figura
de los Mellizos de Minnesota y los Angelinos de California sea más importante
que la de su donante. De ningún modo. Si no, porque seguramente este hombre o
mujer, era la hija o el hijo de alguien, tal vez el hermano o la hermana de
alguien, o incluso la madre o el padre de alguien.
A penas 3 de cada 1000 personas mueren de una manera que les
permite donar sus órganos, y mientras que el 95% de los ciudadanos de Estados Unidos
apoyan la donación de órganos, sólo el 48% de ellos realmente autoriza para ser
donantes de órganos. Por eso es que también se debería revelar la identidad de
este héroe anónimo y estar junto Rodney en el Museo de la Fama de las Grandes
Ligas.
Si lo antes argumentado pareciese tener los condimentos
suficientes para, al menos enaltecer a quien lo merece, también hay que acotar
que 22 personas mueren cada día esperando un trasplante de órgano.
Quien sea que tuvo la gallardía de brindarle unas entradas
extras a Carew, nunca sabrá que su órgano fue a uno de los mejores jugadores de
béisbol de todos los tiempos. No sabrá que lo donó a alguien que ha dado tanta
alegría a tanta gente. A un hijo, a un marido y a un padre. Esta hermosa
película, incluye a un(a) coprotagonista que sin saber nada de esto, su único
fin fue ayudar a alguien, casualmente el jonrón se lo dio a Rod Carew.
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